![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEijSgBlsmegIWwQJcQypdTOABKwHsu8PwC98i4-hBmFvsxQde9R1ISx6IAKjZdgE9setwwzoEs42LinjcgDvZnC5MjmpTRr1Q1qarEX2r3ByEGiFqBCZspcNJ1XJAj-92k9igcpv4tJ4bw/s200/forgiveness.jpg)
Como humanos que somos creo que es imposible olvidar este tipo de hechos o incluso algunas ofensas más pequeñas porque de las mismas aprendemos y sacamos lecciones para no cometer esos erres a futuro nosotr@s mism@s, pero una cosa distinta es el perdón, ese que libera y da paz, y no nos hace desear venganza contra l@s que nos ofenden.
Jesucristo en la oración por lejos más conocida de las Escrituras dijo: Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos ofenden. Tal vez puede que entienda mal, pero al parecer Él da por hecho que perdonamos, es una cosa que debe estar en nosotr@s siempre, sino ¿cómo siquiera podemos pedir perdón al Padre sin nosotros perdonar? o en otra parte encontramos a Pedro diciendo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete. O sea, no hay numero de veces para perdonar.
Claro que esto no debe ser obligación o fingido, sino no vale nada y la consecuencia será vivir más desagradables momentos en que recordaremos la ofensa y el rencor carcomiendo nuestros pensamientos, por eso, por un bien propio y obviamente por el prójimo, el perdón debe ser nuestro pan diario, setenta veces siete con cada respiro.