viernes, 30 de octubre de 2009

Errar es humano, perdonar es divino... pero también humano

Cliché la frase, y quien no la ha usado alguna vez, para tratar de excusar algún error o que sé yo, pero si miramos a nuestro alrededor notaremos que hay bastante rencor o cosas sin solucionar. El más claro ejemplo es lo sucedido en Chile durante el régimen militar luego del '73, obviamente es un hecho repudiable, pero cada 11 de septiembre vemos como el odio vuelve a prender, y no solo en las mentes de los dolidos por las injusticias cometidas sino en las bombas molotov, barricadas y desmanes provocados por chiquill@s que ni siquiera vivieron las penurias de esa época. Pero bueno, lo extraño de este tipo de situaciones es que al final los causadores de esas penurias ni se inmutan o poco les afectan los reclamos del pueblo y es ese pueblo que no perdona ni olvida el que continúa sufriendo y sale más lastimado en el alma.

Como humanos que somos creo que es imposible olvidar este tipo de hechos o incluso algunas ofensas más pequeñas porque de las mismas aprendemos y sacamos lecciones para no cometer esos erres a futuro nosotr@s mism@s, pero una cosa distinta es el perdón, ese que libera y da paz, y no nos hace desear venganza contra l@s que nos ofenden.

Jesucristo en la oración por lejos más conocida de las Escrituras dijo: Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos ofenden. Tal vez puede que entienda mal, pero al parecer Él da por hecho que perdonamos, es una cosa que debe estar en nosotr@s siempre, sino ¿cómo siquiera podemos pedir perdón al Padre sin nosotros perdonar? o en otra parte encontramos a Pedro diciendo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete. O sea, no hay numero de veces para perdonar.

Claro que esto no debe ser obligación o fingido, sino no vale nada y la consecuencia será vivir más desagradables momentos en que recordaremos la ofensa y el rencor carcomiendo nuestros pensamientos, por eso, por un bien propio y obviamente por el prójimo, el perdón debe ser nuestro pan diario, setenta veces siete con cada respiro.

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